jueves, 9 de julio de 2009

Metabolismo de los principios inmediatos

Para vivir, todos los organismos dependen de la energía contenida en los alimentos. Los nutrientes que cubren la energía gastada son básicamente los hidratos de carbono, los lípidos y las proteínas.

El producto final de la digestión y asimilación de todas las formas de hidratos de carbono es un azúcar sencillo, la glucosa. Ésta se cataboliza con facilidad para satisfacer las necesidades energéticas del organismo.

La glucosa que no se utiliza inmediatamente para la producción de energía se almacena en el hígado y los músculos estriados en forma de glucógeno, estando siempre disponible. Cuando el organismo de nuevo necesita energía, el glucógeno almacenado se hidroliza, obteniéndose glucosa, que se oxida hasta convertirse en ácido pirúvico.

A partir de aquí existen dos posibilidades:
  • Si no hay oxígeno suficiente, el ácido pirúvico se transforma en ácido láctico, responsable de la aparición de punzadas y de la fatiga muscular. Suele ocurrir cuando el ejercicio físico no está sincronizado con el aporte de oxígeno (falta entrenamiento, marcha excesivamente rápida, etc.)
  • Si el aporte de oxígeno es suficiente, el ácido pirúvico pasa a la mitocondria y se transforma en ácido acético, que se oxida totalmente suministrando energía.
El excedo se hidratos de carbono (féculas, azúcares, etc.) se almacena en parte, como glucógeno en el hígado y músculo estriado y, la mayor parte, como grasas en el tejido adiposo. Sin embargo, lo contrario no es posible; es decir, las grasas no pueden transformarse en glucosa, ya que carecemos del enzima que pueda llevar a cabo la reacción inversa.

Para obtener energía asimismo se utilizan las reservas grasas del tejido adiposo. Éstas se convierten en ácidos grasos libres, que pasan a la sangre y llegan a los tejidos. Aquí se transforman en moléculas de ácido acético, que, al oxidarse, obtienen una gran cantidad de energía.

El exceso de ácidos grasos en la dieta también se almacena en el tejido adiposo en forma de grasas.

Cuando se han consumido las reservas de glucosa y ácidos grasos, que son los carburantes metabólicos típicos, igualmente se pueden utilizar las proteínas para obtener energía, aunque resulta un procedimiento excesivamente costoso para la célula.

En las dietas de ayuno las proteínas se hidrolizan, suministrando aminoácidos. Éstos, por transaminación, dan lugar a restos cetoácidos y grupos amino (NH2), que son tóxicos y se eliminan por la orina en forma de urea.

Los restos cetoácidos, en parte, se oxidan y, en parte, se transforman en glucosa. Esta glucosa sirve fundamentalmente para alimentar a las neuronas, ya que sólo utilizan este carburante metabólico.

Las dietas hiperproteicas pueden ser nocivas por dos motivos:
  • Las proteínas digeridas suministran aminoácidos. Cuando hay exceso se transaminan y los restos cetoácidos se almacenan en forma de grasas.
  • El exceso de grupos amino procedente de las transaminaciones y los nucleótidos provenientes de los ácidos nucleicos no se eliminan en forma de urea, sino en forma de ácido úrico, con los siguientes efectos perjudiciales: artritis, gota, cálculos, etc.
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